miércoles, 14 de mayo de 2014

Alfonso Cortés











Almas sucías
Abro para el silencio la inercia de la fluida
distancia, que no vemos, entre una y otra vida
y tras la cual las cosas que miramos, observan...
Yo elevaré las vastas esencias que conservan
su secreto de sueños dentro del pecho enorme,
que dentro de mí tienen una idea conforme,
y uniré los detalles de forma, luz y acento
que unifica la pálida lejanía del viento;
porque bajo, entre y sobre los cielos, la distancia
de que os hablo es la Idea que pone la fragancia
de unidas relaciones sutiles, como losas.
¡Un silencio, una inercia del alma de las cosas!


Ángelus
El cruel ángelus inconsciente,
levántase entre el ataúd
de lo infinito, en el poniente
de una epicúrea lasitud;
y en los tejados de las almas
mayan los ruidos de la tierra,
y, en la locura de sus calmas,
la Hora, triste de espacios, yerra.
Y, fatigados, los reflejos
que, con las nubes, huyen, huyen,
el uno al otro, tantos viejos
sueños solares, se destruyen,
danzando sobre la aburrida
fluidez del cielo, que se acedia,
y el compás tiene su medida
en el muerto tiempo que media
entre un reflejo que se hunde
y otro reflejo que aparece,
cuya inconciencia se confunde
en el deleite que adormece
los correspondientes olvidos
de Fuegos, de Almas y de Vientos
que halagan todos los sentidos
y ruedan en los pensamientos
de Dios, en tanto que las almas
mayan los ruidos de la tierra,
y, en la locura de sus calmas,
la Hora, triste de espacio, yerra..

Cuadro
El pajarito, cuyas alas eran caricias,
que tiraba el carrito del divino Flechero
y que me trajo a diario manojos de delicias
que dejaba a mi cuarto, ha vuelto ahora, pero
fatigado ha caído junto a mí; alcé los ojos
y vi sus alas rotas, el pecho desplumado,
y en el carrito, dulces y muertos, los despojos
del niño, y el cadáver de una serpiente al lado..


[n el sendero
Cuando el rebaño va en la senda,
mueve una música trivial
de piedrecitas, en la tienda
que le hacen los ramajes, y, al
son de esa música, se empina
el alma en los claros floridos
de la esperanza, y la divina
fiesta de mis cinco sentidos
se junta a ti, bajo las ansias
del viento; voluble cáliz
danzando sobre las fragancias
tristes de la carne feliz.
Vuelve hacia mi tu rostro, para
que pueda ver desalterado
mi perro (cual si meditara
con las orejas) a mi lado.
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¡Y dame pláticas sabrosas
mientras que de pensar no dejes
que sea nueva el alma de las cosas,
mientras las cosas ya están viejas!

Desde La ordia
El sol enreda sus cabellos en los tilos
del parque, y los enfría en el agua de la taza
en que se ven soñar los viejos peristilos
de cobre; entre las ramas, rápidamente, pasa
un pájaro, y se acerca desde la torre una hora;
desde la orilla verde un cisne a la Onda baja,
y, viniendo a pedirnos pan, en su blanca prora
los ensueños del agua, con el pico, se encaja.