Julio Alberto Cabrales

Julio Cabrales

LA MUERTE DE VENUS

Como una gaviota solitaria
tu pie
no caracoles
Como una venada al ojo de agua
tu cuerpo
no colinas
Como una ternera bajo la luna
tu frente
no cañadas
Como un águila en la lejanía
tu boca
no el cielo
Como una gata en la noche
tus ojos
no luciérnagas
Como cascada dorada por la tarde
tu cabellera
no el sol
Como una yegua frente al mar
tu andar
no la costa, las olas, la espuma
más tu pie el primero
en mi reino de amor
tus pies como dos gaviotas solitarias
tras la estela blanca borrándose
tu espalda lejana tus senos lejanos
volviendo desde tu largo nacimiento
a la diestra del cetro de Neptuno
y demás comparsas sirenas y tritones.





CARTA A MI MADRE

Madrid, 20 de diciembre de 1963
Te escribo pra decirte
que tengo un nuevo conocido,
el Otoño, con la fría brisa nordeste
soplando sobre álamos y plátanos de la India
en las aceras de Madrid;
y unas hojas cayendo unas sobre otras
amontonándose
llevadas por el viento a media calle
agarradas en el aire por mi mano;
hojas secas, amarillas, crujientes,
recogidas por barrenderos en la madrugrada
y más tarde en un montón
quemándose
y el humo grueso subiendo
entre las ramas desnudas, blancas, húmedas
al mediodía.
Ya es la época de Navidad.
Estamos en Diciembre
¿y cómo está la casa?
¿Estará floreciendo el pastor
junto al ramo negro?
¿No se ha secado el pozo
y el alcaraván va por el patio?
Ya has pintado por supuesto
el cuarto de Clarence del color crema
que aún quedaba en el pote.
Ya habrás hecho las diligencias de la casa
para esta época.
Y comprado el mantel blanco para la mesa
y llenado el florero de narcisos rojos
del traspatio,
y encendido el cesto de rosas eléctricas
en la noche, para Nuestro Señor,
y cubierto de cortinas el cuarto de Alberto y su esposa
esperando el nieto
por primera vez abuela,
y estarás contenta con la llegada delnieto
que conocerá tu buen olor
Y te veo en las tiendas acompañándote
como lo hacíamos siempre
rodeado de arbolitos cubiertos de luces
y el cielo negro pellizcado de estrellas,
y ese olro de Purísimas,
olor de madroños y triquitraques quemados,
manzanas, uvas y juguetes en el Mercado San Miguel
y sus alrededores,
candelas romanas en manos de los niños
y villancicos de pastores y del Niño Jesús
en la Catedral Metropolitana,
y mi luna de Nicaragua que es dulce y grande y buena
como tú.