Isolda Rodríguez Rosales

Isolda Rodríguez Rosales



AMOR, SÓLO AMOR

Aquel ángel traía en sí amor primigenio
intocado, intacto, inconmovible…
de sus alas se desprendían gotas de ternura líquida
al caer se cristalizaban en luces diamantinas.

Era tímido, callado, luminoso, esplendente,
afuera los cielos se abrían en portales acuosos
Y él, disimulaba, sólo reía.
Arrancó una pluma pequeña de sus alas
y escribió con ella los signos de la vida.

Mi trabajo fue desentrañar su significado,
¿Qué mensaje críptico traía oculto en sus alas de luz?
Han pasado los años, incontables horas pensantes
aún no logro descifrar todo el mensaje del ángel,
únicamente una pequeña parte de su escrito jeroglífico:
lo más importante es el amor … sólo el amor…

MÁS DEL ÁNGEL

Te soñé innumerables veces, en momentos angustiados,
cuando la luz abandonó mi mundo y transitaba
por desiertos interminables, alimentándome de sueños,
viviendo en silencios y oquedades infinitas,

entonces, clamé por vos, por tu presencia a mi lado,
alas protectoras cubriéndome, acunándome,
tus manos puras secando mis lágrimas inagotables,
tu rostro luminoso, radiante, llenando de luz mi sendero.

Entonces, apareciste, de la nada, enviado de Dios,
profetaniño, ángel sin tiempo, de todos los tiempos.
Era Dios hablándome al oído, susurrándome su amor.

Así lo supe aquella tarde, cuando me hirió con su espada
de luz, corazón partido, cual Teresa, la de Ávila.
¡Así comprendí que eras él que yo esperaba!

ÚLTIMO DEL ÁNGEL

Todos los ángeles perdieron la vida.
Menos uno, herido, alicortado.
                                                                          Rafael Alberti

Amé infinitamente el ángel dorado,
lavé sus alas con mis lágrimas,
las besé fervorosa y sutil,
finalmente, le puse en altar angélico,
vencedor de huestes maléficas.

Aquella mañana me habló,
como susurros contó historias turbulentas, inusitadas,
escuché estupefacta y asustada,
callé y lloré en silencio.

Alberti habló de ángeles
turbulentos, cenicientos, ángel de carbón,
ángeles tontos, oscuros,
lejos de los derrumbos del cielo.
Vi que sus alas se hacían pedazos y las recogí entre llantos convulsos.

Esa noche, hablé con Dios
prometí no amar a nadie más,
Derribé el altar, tiré el incienso:
pero el amor salía a borbotones por el mundo,
amando, amando, amando a todos.
Entonces, sin altar, reparé sus alas rotas,
enderecé su aura coronaria
y lo seguí amando, a pesar de todo…

EL INNOMBRABLE

Se niegan a salir, abandonar mi cálamo celeste,
cómo olvidarlos, si están a mi lado desde el inicio de los tiempos.
He sucumbido a su encanto, a sus rumorosos pasos en mi vida,
me abruman con arpegios incomprensibles
repiten a mi oído la canción de las esferas…
ciéganme con sus luces multicolores y destellos diversos.

Me han derrotado, he caído por amor,
abatida, rendida a su candor soy vulnerable.
Y hoy estoy aquí, de nuevo,
cantando himnos de gloria
alabando todo lo bueno y limpio de la vida,
la luz, oscuridad.
Porque todo es Su Creación,
¡El más perfecto, el más amado, el innombrable!