Santiago Molina



Santiago Molina Rothschuh, poeta, nació en Juigalpa, Nicaragua, el 13 de mayo de 1958. Después de vivir 23 años en Rusia y Francia, retornó a Nicaragua y publicó Los dominios del aprendiz (Nicaragua, 2005) y Círculos de alfarero (Costa Rica, 2008). Tiene una licenciatura en literatura hispanoamericana y una maestría en lingüística española por la Universidad Michel de Montaigne. Es amante de la literatura rusa en general y de Osip Mandelstam en particular, le interesa y se ocupa de estudiar y comprender el lenguaje de las artes plásticas. Es considerado uno de los poetas vivos más importantes de Nicaragua.



EL CORAZÓN DEL ESPANTAPÁJAROS

Se espantan al verme y se alejan.

Libro de Job

El viento no levanta ni una brizna

para su pecho ya estrujado de paja

porque inclinado sobre el campo

la alondra y los hombres esquivan

las mayates estacas de su sombra.

Me digo: ha de ser fatal que el tiempo

nos vista de harapos, simplificándonos

con raídos pantalones, de puro espanto.

Cómo vivirá ese pobre corazón

claveteado ahí siempre

bajo el círculo letal de los cuervos

entre el picotazo y el olvido

de espaldas al huerto de la esperanza:

sin resurrección, sin voz, sin palabra.

P. BREUGHEL

Ver el mundo con los ojos de Breughel

nada es nuevo ni viejo.

Eternamente estamos lanzando

los mismos dados que se van poniendo

amarillos con el tiempo.

Cuentan que Breughel pintaba

mientras jugaba a los dados

dueño de una combinatoria secreta

que sólo él sabía descifrar

entre la mesa de juego y su paleta de roble.

Un número guarda un color,

un color envía a un número.

La cantidad reunida es un paisaje.



CASA DE OTOÑO

En nuestra casa

el frescor silencioso

del otoño es bienvenido.

Ha regresado, Amor, a desnudarnos

desde las tierras perdidas de la última vendimia

para que abandonemos las bicicletas bajo la sombra

[de los puentes,

la pajarería de luces sobre los trigales de agosto,

el traje y el sombrero con que paseamos

por las calles amarillas del verano,

porque ahora hay que corretear desnudos

como forasteros en una ciudad deshojada.

Mira cómo las hojas entran sigilosas por la ventana

y cómo arden al tocar nuestros cuerpos,

llamaradas de tardes con castaños llenos de golondrinas;

mirémonos en el agua de esta estación transparente,

leamos a Vallejo sin pan ni camisa para abofetear lo triste,

saltemos las butacas y la escala donde crece la hiedra

porque los pasos del tiempo, su silencio,

están en el remanso de los rincones del aire.

Por eso, Amor, nuestro trabajo de hoy es el del viento

o el de un barrendero de Kansas o Varsovia:

limpiar de hojas la casa en este otoño de techos rojos.

GEORG TRACKL

Juegan cartas los árboles

en la Cábala del Otoño.

El viento –inscrito en los altos

Portales del Sanatorio-

arranca la pequeña vida de los abetos

y muere en el somnífero azul de la noche

entre las ramas desnudas de la última partida

la muerte cansada de combinar

al azar sus propias letras.

CERCO DE PIEDRA

Cerco de piedra, muralla de China,

torre caída de mi medioevo infantil:

lagartijas que eran dragones,

hierbajos que eran inmensos bosques,

huecos que eran pasajes donde mi mano

tocaba el sueño afilado del unicornio

dormido bajo el sol de las pitahayas.

MÚSICA DE LAS ESFERAS

El entrechocar de los sartenes

entiznados de tiempo,

el golpe de la pala contra los tizones

-lanza penetrando el horno

circular de la noche-

esparciendo y quebrando

las brasas de un rojo

Uccello que saltaban en un hueco

momentáneo de las llamas

como gamos perdiéndose

entre las campanillas de bronce

que suenan augúricas

colgadas en los robles

de la Montaña Mágica

de los Buenos Presagios.

SOBRE UNA MULA

Sobre una mula entre Juigalpa

y San Pedro de Lóvago.

Una mula que parecía pábilo

móvil encendido por los chispazos

de los cuatro cascos a ras

de los cascajales del camino.

Sobre una mula iba montada mi Abuela:

a paso rápido entre las trochas del verano

a paso lento en los atajos del invierno

pero siempre llegando exacta

a la venta del llano o la montaña

a las fruterías de pan del Síquia

a la fiesta de los mineros de la Libertad

a las queserías de Comalapa

a los naranjales de Santo Tomás

a los embarcaderos del Rama

a pesar de los quince puercos

que atados conducía con su sola

cuerda de funámbula peregrina.

ABUELA APRENDIÓ

Abuela aprendió

a trabajar el fuego

a dominar la altura

de las llamas

para que el misterio de la luz

quedara recogido entre ella

y las diminutas brasas

entre ella y la noche

entre ella y las estrellas

encendidas en el patio.

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*Helena Ramos. “Santiago Molina: ‘La globalización es un desastre internacional’”. El Nuevo Diario, Managua, Nicaragua, 2003.